La forma de tus orejas te identifica como tu huella dactilar

La introducción de las huellas dactilares se remonta al siglo XIX y, con el paso del tiempo nuestras líneas digitales se han convertido en el principal elemento de identificación en documentos oficiales, pasaportes, carnets de identidad, antecedentes criminales y fichas policiales. La llegada de internet y las aplicaciones móviles abrió una gran ventana donde el acceso a información privilegiada ha empujado la búsqueda de nuevas formas, seguras y precisas, para la identificación positiva del dueño o usuario. Usamos apps de banca online, perfiles en redes sociales y multitud de páginas personales en las que las claves y contraseñas se refuerzan con firmas digitales, mediante huella dactilar, con reconocimiento facial o incluso, en las últimas décadas, se está trabajando en identificaciones utilizando las orejas.

El uso de “identificación auditiva” se inició, al igual que el de las huellas dactilares, como apoyo en ámbitos criminalísticos, policiales y forenses. En 1965, el investigador suizo Fritz Hirschi fue el primero que utilizó las orejas para identificar a un ladrón. Los estudios científicos más notables se remontan a principios de siglo donde y en ellos ya se habla de sus amplias posibilidades.

Pero… ¿En qué se basan y cómo son de fiables estas identificaciones basadas en la forma de tu oreja?

En 2011 se publicó un estudio piloto en el que se describía un primer método, simple y reproducible, que dividía la fotografía de una oreja en cuatro partes: hélix, antihélix, concha y lóbulo, mediante una cuadrícula de líneas rectas. La medición de ciertas áreas de estas partes se combinaba para producir un código que permitía la identificación personal con un acierto del 99.8%.

Era un primer acercamiento que, en la actualidad, ha recibido un fuerte impulso con la aparición de un nuevo artículo publicado en el journal Morphology en el que un equipo internacional de investigadores ha analizado el oído externo de más de 1400 personas de múltiples nacionalidades para concluir “que el oído es un identificador de un individuo tan bueno como una huella dactilar o el ADN, e incluso puede distinguir entre gemelos idénticos”.

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