Para esa época la inflación empezaba a hacerse sentir y en el ambiente había un fantasma que nadie quería volver a ver: el corralito financiero y los depósitos congelados. En medio de esa profecía autocumplida fue cuando, según cuenta la leyenda, entró en quiebra un circo que iba de pueblo en pueblo por las provincias cuyanas.Para esa época la inflación empezaba a hacerse sentir y en el ambiente había un fantasma que nadie quería volver a ver: el corralito financiero y los depósitos congelados.
En medio de esa profecía autocumplida fue cuando, según cuenta la leyenda, entró en quiebra un circo que iba de pueblo en pueblo por las provincias cuyanas.El dueño del circo no pudo pagar los impuestos del municipio de Justo Daract, y así es como se lo dijo al intendente. Sabiendo las dificultades económicas del circo, el jefe comunal le pidió que si se iba a otro pueblo le dejara una garantía como “seguro de pago”.
Y el dueño del circo no tuvo mejor idea que dejarle dos jaulas con dos enormes tigres de bengala en la puerta del municipio. Esa fue su garantía.Emilio Magnaghi, dueño del campo donde vivieron los tigres, contó a Telenoche que los animales estaban encerrados en jaulas pequeñas en medio del pueblo, desnutridos y furiosos ante cualquiera que se les acercara para darles de comer.
La situación era insostenible, y fue así como el propio intendente le pidió permiso para alojar a los tigres en su estancia Santa Romana, hasta que el circo volviera a buscarlos luego de pagar su deuda con el Municipio.La historia ruge y cuenta que el circo desapareció como por arte de magia. Las semanas se transformaron en meses y los meses en años. Así pasaron dos décadas: con una pareja de tigres viviendo en vagones de tren y conservando la especie: tuvieron dos crías. Ahora eran una familia de cuatro.
”Durante todo ese tiempo se pidió ayuda al Municipio, a la Provincia y a la Nación. No solo para trasladar a los tigres a un lugar mejor, sino también para poder costear su alimentación, dado que la carne que venía de un frigorífico era muy cara”, cuenta Magnaghi.
Nunca obtuvieron respuesta. Tuvieron que pasar 22 años para que Four Paws, una ONG internacional dedicada al rescate de los animales, pusiera la mirada en los cuatro tigres de bengala e hiciera lo que nunca hizo un Estado ausente: llevarlos a un santuario acorde a sus necesidades.
Finalmente, el pasado miércoles 9 de marzo los tigres fueron trasladados a un santuario de grandes felinos en Sudáfrica, donde convivirán con otros animales de su misma especie y recibirán el cuidado necesario.La pregunta que queda flotando en el aire es: ¿cuántos animales estarán en la misma situación arrojados en el extenso territorio argentino sin que nadie denuncie ni entienda el sufrimiento de esos animales?
Hace 20 años nadie hablaba de los derechos animales, todos iban al zoológico como si fuera un paseo más de un fin de semana. Hoy hay plena conciencia del extremo grado de sufrimiento de esos animales y las organizaciones protectoras de animales están a los gritos por el mundo suplicándonos que comencemos a ver a los animales como seres que sienten y sufren.
Fuente:TN